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Ensayos: Harry Potter, crónica de un segundo viaje
Enviado el Friday, 09 May a las 20:10:59 por Artnovela |
pulsare escribió "
Este viernes 11 de abril se realizó la premiación del Concurso NEXUS-CH 03 de Cuento y Ensayo. El lugar de la premiación fue La Madriguera, sede de la AHS de Ciudad de La Habana, donde radican los Talleres Espiral y Madriguera del Mapache. El jurado de Ensayo lo constituyeron Rinaldo Acosta y Víctor Fowler, y el profesor de la Facultad de Artes y Letras y escritor Fabricio González Neyra. Otorgaron una Mención Especial a este trabajo:
Harry Potter, crónica de un segundo viaje
Yasmín S. Portales Machado
I. Nunca más…
Cuando
llegó la madrugada del tercer día ya no daba más. Era el verano de 1994
y acababa de terminar el tercer tomo de El Señor de los anillos.
Frodo se alejó de las costas de la Tierra Media y yo me prometí a mí misma
que nunca, por ninguna saga, volvería a estar tres días en vela.
Me acerqué a las aventuras de Tolkien muchas veces entre 1990 y el 2003.
Desde que el prólogo de Daína Chaviano a la edición cubana de El Hobbit
me descubriera las bases de la fantasía épica. En 1994 descubrí El
Señor de los Anillos en una biblioteca ilegal que alquilaba cada tomo
a tres pesos por día. ¿Resultado?: tres días sin dormir, calzando mi escaso
presupuesto con la velocidad de lectura.
La Comunidad del Anillo pronto se volvió mi comunidad. Supe de
personas que tenían otros libros de este género, discutí, me asombré,
especulé, leí mucho en más de diez años, pero ninguna lectura como aquella,
hasta la llegada de Harry Potter. Cuando supe por un cable noticioso de
la existencia de aquel niño mago que salvaba al mundo y de sus millonarias
ventas, sonreí y pensé “Que poco conocen los ingleses su propia literatura.
Hacer colas para eso, cuando han tenido a J.R.R. Tolkien toda la vida”
En unos meses alguien me prestó la copia impresa en computadora del librito…
que tenía bastantes páginas. Me dijo que los otros tres tomos estaban
en formato digital, en una máquina del lugar donde trabajo. Era viernes
y yo necesitaba algo para leer entre sábado y domingo. Pasé unas treinta
horas de aquel fin de semana en la oficinaleyéndolos: había traicionado
la promesa de nueve años por un vil best seller...
El mito mesiánico, el arquetipo del bien y el mal, la historia de la
Cenicienta, la novela de aprendizaje estaban ante mí. ¿Quién era esa mujer
que había logrado fundir de manera tan eficiente el Nuevo Testamento,
El Señor de los Anillos, los clásicos de mi infancia y a Enid Blyton,
sin costuras, sin digresiones onerosas o ridiculeces morales? ¿Cómo había
logrado atraparme? La única manera de responder era lanzarme de nuevo
a un viaje que me prometí no repetiría, un viaje que ahora me llevaría
hacia el universo de Harry y Albus Dumbledore como antes me había acercado
a Aragorn y Sméagol en sus dudas y temores, un viaje de compromisos espirituales.
II. El mito mesiánico estaba ante mí…
Mencioné ya las cuatro fuentes que me saltaron a los ojos cuando Harry
tomó el tren de regreso a casa tras el Torneo del Cáliz de Fuego y la
trágica muerte de Cedric Digory. Pero merece la pena que explique como
las reconocí en mi segunda lectura, que casi puede llamarse un largo viaje
de varios meses por unas copias en PDF que atentan contra la integridad
de mis sufridas pupilas.
Recuerdo que en séptimo grado acudí a cuatro o cinco clases de catecismo,
en la Iglesia del barrio. Yo quería que alguien me convenciera de dos
cosas:
- La existencia de Dios y su responsabilidad con los hombres
- La capacidad de Cristo para salvar a la humanidad (cosa poco evidente
para mí después de 2000 años)
Nadie me pudo convencer en un mes, así que abandoné la Escuela Dominical.
No fue hasta la tardía adolescencia que entendí el concepto de Dogma,
que permite aceptar, con fe y sin ayuda, que los feligreses se comen el
cuerpo de Cristo en cada misa o el mundo se sostiene sobre una tortuga,
y a partir de ahí seguir hacia delante.
En
la literatura yo llamo Dogma a un hecho inexplicable, que deviene piedra
fundamental de la trama, acuerdo tácito entre el autor y el lector. Nadie
sabía en la pequeña Iglesia de la Guadalupe por qué debía ser David el
heredero del trono de Israel y su descendiente el salvador del Universo;
nadie sabe por qué Arturo debía hallar la espada y perderse en el laberinto
del incesto; nadie –¿acaso Tolkien?– sabía por qué les tocó a tres hobbits
el Anillo durante tres mil años; nadie sabe cual es la razón para que
Harry Potter viva, pero es “El niño que vivió”, y basta.
A partir de ahí todo va sobre ruedas, Harry ignora su poder y su destino,
pero la “fuerza de la sangre” se impone y para los señores Dursley será
insufrible el origen “anormal” de su sobrino.
Pero Harry ¡ajeno! Sus aventuras ni siquiera le hacen pensar en los Expedientes
X antes de la llegada de Rubeus Hagrid. No es hasta el cuarto tomo
que hallaremos una explicación tentativa para el papel mesiánico del
protagonista: la antigua magia invocada a través del sacrificio de su
madre. Durante tres libros y tres cuartos hemos visto al chico pasar de
protegido de los muertos a descendiente de Slytherin, mientras las pruebas
se acumulaban. Para mí la cosa aún no está clara, habrá que esperar a
junio por La Orden del Fénix.
III. El arquetipo del bien y el mal estaba ante mí…
Las canciones de gesta y las novelas de caballería nos acostumbraron
a la idea de que la épica es cosa del pasado, pero el Quijote y
la Canción de Rolando eran cosa de “hoy” para su primer público.
En su interior son reconocibles, al menos, estos elementos básicos: peripecias
varias, personajes arquetípicos y polarización bien–mal. Tolkien, al sacarse
de la manga el género de la Fantasía épica, parecía haber confinado las
aventuras de ese mundo no–real a un entorno temporal prehistórico, o de
un transcurrir cronológico propio. Pero la ciencia ficción literaria y
cinematográfica, el manga y el anime, demostraron que los cánones de la
épica, en tanto estructuras genéricas abiertas, pueden replicarse en cualquier
dimensión espacio–temporal. Baste recordar para ello las sagas del planeta
Dunde, o de La Fundación.
En toda novela de aventuras que se respete hay un héroe y una buena dosis
de peripecias, que funcionan como pruebas para él y sus eventuales compañeros.
Si la historia sigue eos derroteros pronto aparecerá El Malo, y el enfrentamiento
final del Héroe con el Malo es el punto culminante que todos esperamos.
La autora de esta saga no pierde tiempo: Lord Voldemort es mencionado
sólo una página después que Harry (páginas tres y cuatro del primer tomo).
Por
los antecedentes que nos llegan a través de la conversación de Minerva
McGonagall y Albus Dumbledore sabemos que el primer encuentro ha tenido
lugar, con la victoria del Bien. Pero tras once años de paz Hagrid opina
que El que no debe ser nombrado era “muy poco humano para morir”.
El campo de batalla ideológico queda definido cuando Draco Malfoy comenta
con Harry sus sentimientos xenófobos respecto a los “sangre sucia” y ambos
quedan en casas tradicionalmente enconadas: Gryffindor: donde “osadía,
temple y caballerosidad” conforman casi al arquetipo del guerrero medieval
(¿Les recuerda a Aragorn?) y el otro a Slytherin, porque “esa gente astuta
utiliza cualquier medio para lograr sus fines”.
No deja nada al azar la autora. Toda la familia de Malfoy ha estado en
Slytherin por generaciones; mientras que Harry tiene por camaradas a dos
chicos que resumen lo que aquel, como Voldemort, desprecia: Ronald Weasley
es un hijo de magos, pero es pobre, honesto, y toda su familia viene de
Gryffindor, mientras que Hermione es hija de dos “mugles”, una “presuntuosa
sangre sucia”.
En cada año lectivo el Mal confirma los peores temores de Hagrid. Voldemort
y sus secuaces tenderán trampas diversas a los tres amigos que defienden
la honestidad y la igualdad, símbolos muy caros a la democracia occidental
cuya cultura refleja J.K. Rowling.
IV. La historia de la Cenicienta estaba ante mí…
Ella tiene un sueño: que un príncipe maravilloso aparece y se la lleva
lejos de las hermanastras; al final el sueño se hace realidad y de la
chica estropeada por los trabajos domésticos surge un princesa perfecta,
porque el amor todo lo puede. El mito de Cenicienta sigue alentando las
ediciones del folletín rosa y su campeona olímpica Corín Tellado. Sin
embargo, esa estructura late en más de un clásico.
Volviendo a los ya mencionados: ¿quién era David antes del Asunto Goliat?,
un pastorcito soñador; ¿Y Bilbo y Frodo, tenían acaso algún precedente
heroico aparte de Toro Bramador Tuk? Pero todos ellos soñaban con la aventura
como algo difuso, aunque peligroso. Ahí está el “Principio Cenicienta”,
haciendo de un obrero pecuario y dos solterones burgueses héroes legendarios.
No creo yo que sea criticable como recurso literario, menos en una aventura
del mundo mágico.
De pequeño Harry soñaba que alguien le llevaba lejos de sus tíos para
ser libre, para ser él. Esa oportunidad llega con el Colegio Hogwarts
de Magia y Hechicería. Allí descubrirá sus propias potencialidades, de
aquel chico “siempre flaco y muy bajo para su edad” surgirá un mago capaz
de vencer a Dementores, Dragones y demás. El zapatito de cristal está
aquí disfrazado de carta de admisión escrita en pergamino. ¿Ingenioso,
verdad?
V. El código de la novela de aprendizaje estaba ante mí…
Durante
la secundaria leí muchas novelas inglesas de los años cincuenta, las firmaba
una mujer llamada Enid Blyton, y sospecho que sus series me marcaron
más de lo que admito en la vida cotidiana. Con ella descubrí cómo era
vivir en colectivo, dentro de una comunidad etaria y no consanguínea.
El ver como los años marcaban a los personajes, me ayudó a reconocerme
madurando.
Acaso este sea el referente más cercano reconocible en las aventuras
del joven Potter. Sus estadías en el internado, su verdadero hogar, nos
permiten verlo crecer, madurar y calibrar cada vez mejor sus fuerzas y
objetivos vitales. Con la biografía de “El niño que vivió” la autora nos
muestra un camino lleno de peligros que conforman una personalidad. No
se trata tan solo del origen mesiánico del protagonista, él ha elegido
estar en Griffindor, ser amigo de Ron y Hermione, aceptar a Lupin a pesar
de su Licantropía y a Hagrid aunque es un Medio–Gigante. Las disyuntivas
serán cada vez más complejas, como compleja se torna la vida de un adolescente
en camino a la adultez.
VI. Por qué me atrapó
Yo fui Harry Potter, o su versión delgaducha y gafada, antes de que él
cumpliera los once años. También fui Hermione Granger, en su perfeccionismo,
y bastante Neville Longbottom, con su torpeza y miedo –me alegro de no
haber sido la quinta de seis hermanos. El caso es que fui un poco todos
ellos, y creo que ahí estuvo la primera clave para mi comprensión del
universo de la Rowling: en su texto un lector contemporáneo puede implicarse.
Harry
Potter vive en mi mundo, el mundo del siglo XXI, y en su casa tiene teléfono,
hay Nintendo, computadora, auto. Sus amigos usan vaqueros y Hermione es
hija de un matrimonio de dentistas… ¿Se puede pedir algo más cotidiano?
Las bases para una buena historia pasan por buenos personajes y la Rowling
lo consigue al implicar a estos chicos comunes en una historia poco común,
fantástica hasta decir no más, pero posible en tanto anécdota y de gran
coherencia interna.
No ocurre lo mismo con mi admirado Tolkien, y me duele admitirlo. Pero
los extractos del Libro Rojo nunca dejan de ser eso: memorias de
una edad lejana, que un acucioso historiador nos devuelve. Esa era la
intención del autor, y la escritura se ajusta a tal plan. Siguiendo las
peripecias de nuestros héroes podemos desear ser como ellos, pero jamás
pensaremos que Gandalf vendrá a proponernos un empleo de saqueadores acompañado
de Thorin Escudo de Roble, y mucho menos que el anillo de tía Rosa puede
resistir el fuego del hornillo y revelar palabras de inquietante carácter
profético.
No
pretendo igualarlos, pero para los seguidores de la fantasía épica no
queda más remedio que hacer esa constante asociación mental. Aunque la
Rowling sea lo suficientemente valiente para generar su universo
mágico, un por ciento importante de sus lectores juegan con el precedente
de Ilúvatar y sus criaturas.
Coincido con varios de los analistas de esta fábula en que la clave para
que Harry deviniese fenómeno de masa, descansa en su cercanía para los
niños y jóvenes medios de esta época, adaptados por los medios de comunicación
a no proyectar su imaginación fuera de sus propias circunstancias sociales.
Me explico: Tolkien y sus seguidores recrean un mundo regido por valores
distintos a los de la sociedad contemporánea. Aragorn o Arturo reflejan
el ideal ético del caballero, incompatible con el ideal del hombre contemporáneo,
básicamente pragmático, y de uso común en nuestro mundo. De esta
manera incorporarse a la aventura de tales caracteres demanda el descubrimiento
y la aceptación de otra manera de ver el universo, relacionada con los
conceptos medievales de servidumbre, honor, etcétera. Para los niños que
crecieron viendo series de adolescentes canadienses o policías de New
York, eso es difícil, implica un reajuste complejo en la escala de valores
con la que se reciben las peripecias. Si a esto sumamos la dificultad
intrínseca de textos llenos de intrigas y largos períodos temporales,
para tales sujetos la aventura de la novela fantástico–épica es una odisea.
La Rowling vence esta primera barrera al situar a su protagonista en
el Primer Mundo contemporáneo, el espacio arquetípico de las aventuras
juveniles de finales del siglo XX. Luego lo pone en una circunstancia
que nos recuerda al Oliverio Twist de Dickens y, paulatinamente, se separa
de nuestro mundo. Pero a medida que introduce los rasgos fundamentales
del mundo mágico se establecen similitudes que permiten reconocernos
en aquel universo. ¿Ejemplo súper-simple? En la entrada de la tienda de
varitas mágicas del Callejón Diagon se lee: “Ollivander: fabricantes de
excelentes varitas desde el 382 a.C.”.
Luego las aventuras se suceden, pero eso no es, para mí, lo más importante.
Lo de las aventuras era esperado, todos sabemos que Harry, Ron y Hemione
vencerán a Voldemort y los suyos. Al fin y al cabo Romeo y Julieta
es una historia bien ridícula, lo impactante es cómo la cuenta el gran
Willam. Si en el camino estos libros nos han nutrido de experiencias impresionantes,
graciosas, instructivas y todos los adjetivos que usted quiera enganchar
a un buen libro, la historia vale. Tal vez las aventuras de Harry Potter obliguen,
a todos los niños que pueden comprarlas o piratearlas, a permanecer despiertos
en el futuro y a descubrir la magia en sí mismos. ¡Bien por la inglesa!
Post Scriptum
Por cierto, al menos para una deudora de una cultura parcialmente subterránea
(la africana), no es tan descabellada la posibilidad de personas no dependientes
de nuestra tecnología, herederas de una cultura paralela y secreta. Los
magos pueden estar ahí, como están los Orishas y los espíritus. ¿Por qué
no?
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