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Narrativa: cuentos: Hotel Imperio
Enviado el Sunday, 13 October a las 17:47:45 por Artnovela |
Anónimo escribió "
Por Salvador García lima
Antecedentes.- Tacuba es un pueblo destripado: en la época pre-hispánica fue una de las ciudades-estado que formaron la triple alianza creadora del imperio azteca. A la caída de éste, entró en un proceso irreversible de pérdida de terrenos. Proceso que lo dejó con la forma de pueblo rabón que tiene ahora. En los años ´20 de este siglo perdió su caracter de municipalidad, le tiraron el edificio del ayuntamiento y nomás de lástima le dejaron su parroquia. Para acabarla, en los años ´70 le pasaron unos puentes por encima y por debajo le clavaron una línea del Metro.
Esto acabó con su caracter de puerto de entrada a la Ciudad de México por el lado poniente. Por eso y por muchas otras cosas, Tacuba tiene el aspecto lamentable de un pueblo despojado, al que le han ocurrido todas las calamidades y por eso, nomás por eso, es el escenario apropiado para historias como ésta.
Ora una como composición de lugar.- La plaza estaba casi a oscuras. La luna iluminaba la escena con mayor generosidad que las amarillentas luminarias de gas de sodio. El suelo, pletórico de inmundicias, se poblaba de sombras más débiles que las esperanzas de quienes merodeaban por la plaza.
Aquí aparecen los personajes.- Tres prostitutas echaban palique recargadas en una de las jardineras de cemento a la espera de algún cliente. Eran: la Rosita, conocida entre la tropa como “la W“, mote que aludía a la más que evidente deformidad de sus piernas, lo cual no obstaba para que la Rosa las luciera con simbólica minifalda; estaba también la Toña, mujerzota cincuentona de espaldas amplias y frondosas, autora de una procaz parodia de Guadalajara, misma que interpretaba a grito pelado cuando se animaba con algún farolazo de tequila:
Guadalajara, Guadalajara,
Tienes pelotes en la rajada.
Te pico el culo con una vara
porque la reata no se te para…
La Paty era la última de las tres alegres comadres. Paty era una morenita de metro y medio, quien había llegado a la Capital para trabajar como sirvienta y que tras una truculenta historia de engaños y abusos, había terminado, despojada de trenzas e identidad, vendiendo medias en Tacuba.
Las tres mujeres suspendieron la plática cuando un hombre alto y fornido, con el aspecto inconfundible del militar vestido de paisano se plantó frente a ellas.
La mera historia.- El cliente consumidor de carne humana llega siempre con aire medroso y recita con voz de hilo la fórmula sacramental ¿cuánto…? La prostituta declara entonces su tarifa y si al cliente le convence, concluye con un vamos. Ese es el procedimiento, Dios lo sabe. Pero este cliente rompió con los cánones al extender simplemente la mano y sujetar con firmeza uno de los brazos de Paty. Jalándola hacia sí, solo dijo vente.
–¡Orale…! –exclamaron la Rosita y la Toña contentas con la suerte de la compañera, pero no sin cierta envidia ante la perspectiva de una larga espera en una noche más bien floja.
El encargado del hotel imperio se desperezó al ver entrar a la Paty acompañada, le pidió al cliente el importe de la habitación y le entregó una llave a ella diciéndole:
–La 405
–Ay, pinche Armando, a ver qué día el dueño de esta madre le echa un piso más para que me puedas dar un cuarto más arriba. –Protestó la mujer medio en broma. El encargado se sonrió y puso cara de no me estés chingando al tiempo que se retiraba a seguir viendo la televisión.
Ya en la habitación, el hombre le pidió que se desnudara. En este punto, el profesionalismo de la Paty debió imponerse y aclararle al hombre que no, que eso no entraba en el trato, que lo que él pedía ya se consideraba un trabajo especial y debió darle la cotización del caso. Pero no, la Paty accedió a lo que el hombre pedía.
Ahí estaba, completamente desnuda frente al hombre sentado en la cama que no la tocó. Se limitó a verla, haciéndola sentir lo suficientemente avergonzada para cubrir con ambas manos el triángulo de pelo crespo de su sexo.
Allá abajo –del hotel– Rosita y Toña decidieron cambiar de emplazamiento, abandonar la plaza y colocarse en la acera misma del Imperio. Aunque se exponían a que alguna patrulla se detuviera a exigirles su entre, quedaban a la vista de los soldados que acudían a abordar los taxis colectivos que hacían base sobre la calzada Legaria con rumbo a la secretaría de la defensa y de paso, esperaban a que la Paty saliera del hotel.
El mundo patas arriba, las luces absurdas, el golpe del viento sobre su cuerpo desnudo, las volteretas, la pesada cortina que se arrancó con estruendo... todo se mezcló en un instante con imágenes del pueblo, las crestas de la sierra; el tlecuil amoroso, en torno la familia... su nana, ay… el golpe seco en la base de la nuca, luego un zumbido, la oscuridad… nada.
Apenas reanudaban la plática las comadres, cuando el golpazo llamó su atención. Los conductores y los pasajeros de los colectivos voltearon hacia el hotel, ellas los imitaron a tiempo para ver el cuerpo desplomarse de la marquesina del hotel hasta la banqueta.
–¡Es la Paty! –Gritó Rosita aterrorizada y corrió hacía el lugar donde yacía el joven cuerpo desnudo.
La Toña echó a correr, pero no se detuvo junto al cuerpo, al que ni siquiera quiso ver, siguió de frente y entró rápidamente al hotel.
–¿Qué cuarto le diste a la Paty? –le preguntó al encargado que la veía extrañado
–405 –contestó mecánicamente– ¿porqué?…
Ya no recibió respuesta. La Toña trepaba a grandes zancadas la escalera mientras empuñaba en la mano derecha un enorme picahielo.
Alarmado, el empleado quiso ir tras ella, pero se lo impidió Rosita, quien apenas llegando y con fuerza inimaginable para su pequeño cuerpo, lo sostuvo por las solapas mientras lo amenazaba con unas tijeras.
–¡Aquí te estás!… aquí te estás y no te metes, porque también vales madre.
El encargado se armó de prudencia y se metió tras el mostrador a buscar el teléfono, en lo que Rosita, con toda la velocidad de sus retorcidas piernas, comenzaba a subir las escaleras.
Los encontró en el pasillo del cuarto piso, afuera del 405. Toña se inclinaba en actitud de ataque, empuñando su fierro. El hombre con la camisa desabrochada pelaba los ojos incrédulo y se sujetaba con ambas manos una herida en el abdomen. Rosa no esperó más. Se le abalanzó seguida por la Toña. Las paredes del corredor comenzaron a teñirse de sangre.
Fin de la historia.- Los curiosos se arremolinaban a la entrada del hotel. Unos metros más allá, los vecinos habían cubierto con una sábana el cuerpo de la Paty, poniendo fin al espectáculo.
Alguien había dicho que a la puta la habían aventado por una ventana y que dos de sus compañeras habían ajusticiado al asesino adentro del hotel.
La llegada estrepitosa de varias patrullas a la entrada del establecimiento corroboró la versión, por lo que el público en masa se trasladó a la puerta del Imperio, para ver salir a las putas vengadoras.
A modo de epílogo.- Toña y Rosita salieron dócilmente rodeadas por policías, quienes las treparon en una julia que partió velozmente. El show se reanudó con la llegada de los servicios periciales y la ambulancia del Servicio Médico Forense, que se encargó de llevarse los cadáveres del hombre y de la Paty uno al lado del otro, en franca camaradería, como actores de un mismo reparto.
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